El hombre es un ser individual, pero al mismo tiempo es una entidad social, ya que no puede vivir aislado. “la vida de usted, es individual, pero constitutivamente está hecha de sustancia social”.
Ninguno de nosotros sería capaz por si solo, prescindiendo absolutamente de sus semejantes, de proveerse de las comodidades, buena alimentación y satisfacciones de todo tipo, que en nuestros días le proporciona generosamente la sociedad en que vive. ¿Quién de nosotros podría fabricar su automóvil, construir su casa, confeccionar su ropa, curar sus enfermedades, ensamblar su televisor y luego su propia estación transmisora, imprimir los diarios que lee y proveerse de luz eléctrica, combustibles, y todos los servicios que utiliza diariamente casi sin darse cuenta?.
Descubrimos el inmenso beneficio que obtenemos de la cooperación social solamente cuando somos capaces de darnos cuenta de lo poco que damos a cambio de lo mucho que recibimos. Nuestros esfuerzos, conocimientos, habilidades personales son ínfimos al lado de lo mucho que tenemos a nuestra disposición. Este es el resultado de la cooperación social que bajo un sistema capitalista se manifiesta en la división del trabajo y el libre intercambio. Para poder sobrevivir, cada uno de nosotros se ve precisado a intercambiar sus propias energías creadoras con las de los demás. De esto deducimos que, “si todos fuésemos iguales nadie sobreviviría por la sencilla razón de que nadie podría obtener más de lo que él mismo supiera crear, lo que no alcanzaría para asegurar la propia subsistencia.
La división del trabajo es un sistema de cooperación social que sólo es posible por la infinita diversidad de capacidades y energías individuales en permanente complementación, equilibrio y cooperación.
El individuo no existe como persona aislada sino en virtud de su herencia social y cultural. Aislado se vería reducido a la impotencia y convertido en una nulidad.
Si los hombres fuésemos idénticos a una persona determinada, perecería la humanidad.