Con la llegada de un nuevo año se despiertan los buenos propósitos. Aquí y allá, todos y todas, deseamos que en estos 365 días que comienzan se produzcan todas las cosas que nos han faltado el resto de nuestra vida.
Llegan también multitud de mensajes sobre metas, optimismo y alegría, y sepa usted que éste, es uno. Y al leerlos te entran ganas de volar de felicidad porque piensas: definitivamente, éste va a ser mi año. Después el año se va, comienza otro y otro. Y la rueda gira y gira mientras uno espera con ansias ese nuevo comienzo.
Entonces, pienso yo, ¿usted no siente que cada vez que su pareja le abraza es un nuevo comienzo, o que en el mismo instante en que su hijo le sonríe todo comienza de nuevo? Y no sólo en sus relaciones, tiene salud y cerebro para ir cada día a su trabajo, ¿no es un estupendo comienzo?
Igualmente, si llora y alguien le consuela o si le ponen la zancadilla y se levanta, ¿no se siente orgulloso de comenzar de nuevo?
Creo que cada día es una nueva oportunidad para comenzar y hacer mejor las cosas, y la dejamos pasar demasiadas veces por aspirar a algo que, si tiene que llegar, llegará.
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